8/8/08

DANZANDO CON LA MUERTE: LAS PLAÑIDERAS DE LA RADIO

La noticia de la accidental muerte de Deissy, una jovencita de 16 años de edad que pereció en las pistas conduciendo una motocicleta, despertó a los iquiteños entre la sorpresa y el estupor, no tanto por el accidente sino por el despropósito mediático de la radio local y sus conductores. Para cualquier estudiante universitario de ciencias de la comunicación esa noticia se sitúa en el accidente y sus accesorios informativos, cómo ocurrió, las circunstancias, los protagonistas y una descripción del hecho, en resumen el accidente solamente debe ubicarse dentro de las respuestas a la preguntas esquemáticas que tiene la noticia.

Al comenzar la mañana los conductores de los programas periodísticos iquiteños -sin distingo- nos hicieron tragar como desayuno una pócima de apología al dolor acompañada del delirio de la muerte y el infeliz sufrimiento que provoca el shock de los padres de esta señorita. Los reporteros conversaron con el padre de la fallecida y a través del teléfono móvil hicieron escuchar el llanto alucinante de la madre, fuera de si, clamando por la vida de su hija en un clima de intimidad que en ese momento era vulnerado por la irresponsable prensa radial.

Reporteros y conductores, como para ponerlos en la misma bolsa, insistieron en preguntar cómo se sentía el desconsolado padre y pugnaban por arrancar unas palabras a la desesperada madre. La única hija de la familia había fallecido en un accidente de tránsito y el morbo comenzó a ser utilizado buscando acaparar sintonía, a costa del dolor que causa la muerte.

Con la muerte, las plañideras entraron en acción, como casi siempre. La hipocresía se vistió con el llanto de cocodrilo y las mesas de conducción se cubrieron de falsas lágrimas de los “actores-periodistas”. Cómo podrían sentirse los padres ante la muerte de la hija única?. Ese tipo de pregunta ociosa se expresaba a cada momento y el tema de la muerta y no de la muerte ocupó 45 minutos del remedo de producción radial, atosigando de tanta ruindad a la opinión pública iquiteña. Al final lo del accidente fue solo un motivo para que una retahíla de llorones desde los micrófonos nos endilgaran las miserias del dolor ajeno que hicieron acompañar con fondos musicales fúnebres.

Las plañideras ahora se visten con micrófonos, se hacen llamar comunicadores radiales y utilizan ventiladores para salpicar de sangre la audiencia matinal. Junto a eso, la pobreza mediática nos acorrala con largos minutos dedicados a la violación sexual, a actos contra el pudor relatados con asquerosa impunidad, con detalles de intimidades y términos irreproducibles por este medio pero que si son utilizados desde los micrófonos con tremendo irrespeto a la audiencia de toda edad. Así se construye nuestra sociedad, esa es la educación cívica que cultivamos desde la radio, con su prestigio tan venido a menos en Iquitos.