13/1/08

CHARAPITAS CALIENTES: MITO O ESTÚPIDEZ

La candidez y la belleza equivocada de
las selváticas en malos ojos

No es difícil escuchar en cualquier lugar del país, referirse a las mujeres de la selva como las “calientes”, “fáciles”, “ardientes” o utilizar el apelativo de “charapita” para identificar erróneamente la “cualidad” de su “muy ardiente” comportamiento sexual.

Tamaña equivocación sale de la boca de hombres y mujeres de toda condición económica y social, que conciente o impensadamente le dan a sus expresiones un contenido peyorativo, estigmatizante y degradante socialmente que los ubica en la ignorancia más increíble.

Como si fuera una broma, pero lo decía en serio, alguien comentó ingenua o estúpidamente que las mujeres selváticas andan sin ropa interior o que van al acecho de cuanto hombre apareciese frente a ellas, cual perras en celo. Pero lo cierto que éstos que creen que la vida en la selva se lleva de esa forma están profundamente equivocados.

Cuando me tocó responder tanta ceguera cultural de costeños o serranos peruanos, solamente pedí que se aplique una analogía de conceptos, por cuestión de lógica e igualdad orgánica humana. Eso quiere decir que se ponga por igual la actitud de la mujer con la del hombre. Si la mujer es sexualmente ardiente, el hombre también tendría que serlo. Obviamente que ese equilibrio y la igualdad del adjetivo, no favorecía al estupidizado “macho”; ya que “más” hombre, de mayores atributos sexuales y con poderosos ardores de sexo tendría que ser el selvático peruano que cualquier otro proveniente de algún lugar del país.

Esos conceptos y la visión del tema, me felicito compartir, en igualdad, con Pepe Álvarez Alonso, hispano-loretano, investigador científico y social, a quien leí en un comentario que publicó el diario La Región, y en esas letras él refleja una explicación serena y sensata de nuestras mujeres y de nuestros hombres. Allí se dio espacio para hablar de virtudes y defectos de los mortales de Loreto, pero también olvidó recordar que en todo lugar se cuecen habas, que hombres y mujeres “sacavuelteros” se encuentran en cualquier lugar del mundo y de los extremados ardores sexuales, no se libran en ningún estrato socioeconómico del Perú y el mundo.


TAHUANPEANDO

Por: José Álvarez Alonso

Publicado en: Diario La Región, viernes 11 de enero de 2008


ACERCA DEL MITO DE LA MUJER LORETANA

El mito de la mujer "charapa", ardiente, fácil y proclive a favores resucita de cuando en cuando de sus cenizas, como el ave fénix. No conozco, sin embargo, de ningún estudio serio que haya comparado el porcentaje de prostitutas en esta región en relación con otras regiones del país. Probablemente sea muy similar, al igual que ocurre con el porcentaje de homosexuales: un 10% en todos los países del mundo, punto más o punto menos. Qué sean más conspicuos, prostitutas u homosexuales, en una cultura que en otra, no quiere decir que no existan o sean más abundantes. En Iquitos, por el calor, y por la cultura hospitalaria y abierta típica de las zonas tropicales, las mujeres suelen ser más accesibles, lisonjeras, coquetas, y hasta provocativas; eso no quiere decir que sean más fáciles que en Lima o Arequipa.

Muchos se dedican a resucitar este mito de cuando en cuando, porque saben que vende; se han vertido ríos de tinta, y dedicado programas y documentales a escarbar en un tema escabroso que siempre atrae el morbo de la audiencia. Suponiendo que fuese cierto en alguna medida el mito, y que en Loreto las mujeres fuesen más fáciles: ¿Y los hombres? Si hay prostitución, es porque hay clientes que usan los servicios, y si hay mujeres fáciles, es porque hay hombres fáciles que las solicitan. Nunca he oído a nadie hablar del mito del hombrecito loretano ardiente, del charapa (más bien, capitari) "prostituto". Mi profesor de antropología decía: "No habría prostitutas si no hubiese prostitutos".

Más bien, las versiones de los prostitutos que viven por acá, sean o no de origen charapa, son abundantísimas. Nuestra sociedad machista, desgraciadamente, ensalza al "machazo", al hombre que se mete con una u otra mujer (en realidad, un "prostituto"), y estigmatiza a la pobre fémina que se le ocurre cambiar de hombre. ¿Quién dio a los hombres la autoridad o permiso de ser "prostitutos" con bendición social?

Pues yo voy a hablar de ellos. Con la autoridad que me da el cuarto de siglo que vivo en esta tierra, puedo decir que el hombre en Loreto (ojo, no sólo loretano, sino todo aquél que viene a Loreto) es de los más fáciles del mundo. Conozco decenas de historias de hombres casados, con familias estables, en la costa o la sierra, que cuando llegan a Loreto pierden el control totalmente, se meten con una u otra mujer, y echan a pique su familia, al más puro estilo de Pantaleón, el de las visitadoras. Conozco muchas mujeres que son fieles a sus maridos, pero ¿hombres? Discúlpenme, no se oye, padre. Suelo decir a mis amigos que sólo pongo la mano en el fuego por uno, el ilustre profesor Tang. El número de hombres que en Loreto tienen más de una mujer, o hijos en varias mujeres, debe ser uno de los más altos del mundo. Y el número de mujeres que crían solas a sus hijos, a veces de varios padres, es legión. Por eso la sabiduría popular ha acuñado el consabido: "Loretano, bizarro ullo, haragán maqui."

Hay datos reveladores: Conozco decenas de casos de acoso y chantaje sexual en Loreto: Directores de colegios, jefes de oficinas, alcaldes, profesores universitarios, cualquier pichiruchi o mequetrefe que ocupa un puestillo ya está tratando de obtener favores sexuales de sus subordinadas. No conozco ni un solo caso de lo contrario: Mujeres en puestos de poder que acosen a los hombres, aunque puede ser que los haya. Algunos hechos puntuales son ilustrativos de la inmoralidad que aqueja al gremio dominado por la testosterona: Conozco el caso de una jovencita profesora, muy agraciada, que se fue a tres colegios a buscar una plaza; de los tres directores, dos le pidieron favores sexuales. He oído casos similares de otras jóvenes profesoras. Esto quiere decir que un buen porcentaje de los directores de colegio no sólo son unos "prostitutos", sino unos corruptos delincuentes, porque el chantaje y el acoso sexual son graves, gravísimos delitos. Así nos explicamos cómo está el sector Educación...

Otro ejemplo: Hace unos meses, una niña indígena de unos 12 años sufrió una terrible violación por siete hombres en la carretera Iquitos - Nauta. Lo llamativo del caso no es la "pichanguita", como los machitos regionales llaman a este crimen abominable, desgraciadamente bastante común en Loreto, sino los protagonistas: se trata de funcionarios y empleados de una conocida institución de Iquitos que estaban en Nauta de comisión de servicio, y a quienes una señora conocida de uno de ellos había pedido el favor de traer a la niña a Iquitos en su camioneta. No sólo la violaron: La dejaron abandonada en medio de la noche en el monte, a orillas de la carretera, y la niña trató de suicidarse. Un crimen que hasta ahora está impune, por cierto, y que merecería, no digo pena de muerte, pero sí cadena perpetua ¿Saben qué me alarma de este hecho? Que entre siete empleados públicos de esa comisión, no hubo NI UNO SOLO que se negase a participar en la violación, o que al menos se opusiese al crimen. Usted, lector, saque sus conclusiones: Un alto porcentaje de los depositarios de la testosterona regional no sólo son "prostitutos" reales, sino potenciales violadores. Lo único que les falta es la oportunidad de cometer sus fechorías sexuales.

Por eso, resulta patético que se siga hablando del mito de la mujer charapa ardiente y fácil, y nadie hable del hombre, realmente fácil, prostituto, amoral, sacavueltero, mentiroso, trafero, y agréguenle muchos más adjetivos similares. La mujer loretana es la que, en buena medida, saca adelante a la familia en esta región, ante el frecuente abandono del hombre, y merece una reivindicación. Son los hombres, tanto loretanos como los que vienen de otras regiones o del extranjero, los que con su comportamiento amoral inducen la prostitución, aprovechándose de la miseria o la necesidad de algunas chicas, y promueven esta creciente promiscuidad, aunque luego hipócritamente la condenen.