2/8/07

EL CAUCHO, IQUITOS Y LA AMAZONIA

Una de aquellas tardes de tertulia, apoyados sobre la baranda mayor de la placita Ramón Castilla, y mirando el Amazonas desplegamos nuestra imaginación, Enrique Rodríguez Morales y yo. Ambos periodistas, en medio de ilusos proyectos que desbordamos en nuestras palabras, discutimos sobre la preponderancia en el desarrollo de Iquitos como consecuencia de la bonanza de los años caucheros. Fue una charla principiante de tantas que se extendieron por horas para ubicarnos en esos años de los siglos XIX y XX, nada cercanos por cierto.

Hablamos que Iquitos es una ciudad conformada por un proyecto arquitectónico europeo, propio de sus pioneros extranjeros llegados con el propósito de establecerse, aunque concluimos que mayormente para valerse de las riquezas naturales de estos predios. Ambos decidimos revisar en la historia para conocer lo que realmente sucedió en aquellas épocas de bonanza.

La fiebre del caucho (Ciclo da borracha en portugués) constituyó una parte importante de la historia económica y social de nuestro país y particularmente de la Amazonía peruana, siendo Iquitos una de las ciudades que elevó sus niveles. Además de Perú, fueron Brasil, Colombia, Bolivia y Ecuador que se valieron de esos efectos para crecer económicamente.

Por esos tiempos se disparó el proceso colonizador, atrayendo riqueza y causando transformaciones culturales y sociales, además de dar gran impulso a ciudades amazónicas como Iquitos, Belém do Pará en Brasil y en especial la ciudad brasilera de Manaus, hasta hoy la principal ciudad amazónica y capital del Estado de Amazonas . La fiebre del caucho vivió su auge entre 1879 y 1912 experimentando tiempo después, una resurrección entre los años de 1942 y 1945. El descubrimiento de la vulcanización y de la cámara neumática en la década de los años 1850 dio lugar a una "fiebre extractiva del caucho".

Cierto es que fueron los indios centroamericanos los primeros en descubrir y aprovechar las particulares propiedades del caucho natural. Entretanto, fue en la selva amazónica donde se desarrolló la actividad extractora a partir del árbol del caucho, shiringa o seringueira (en portugués), un árbol que pertenece a la familia de las euphorbiaceae , también conocido como árbol de la fortuna.

El desarrollo tecnológico y la revolución industrial, en Europa, fueron el detonante que convirtió al caucho natural, hasta entonces un producto exclusivo de la Amazonía, en un producto con alta demanda que se valorizó en el mercado mundial, generando ganancias y dividendos a cualquiera que se aventurase en este negocio. La actividad extractiva del látex en la Amazonía se tornó de inmediato en una actividad muy lucrativa.

La bonanza de esos tiempos, generada por el auge y el interés del mundo por el caucho hizo, por decir un solo ejemplo, de la ciudad brasilera de Manaus, localizada en el Estado de Amazonas, que sea considerada (en esa época) la ciudad más desarrollada de Brasil y una de las más prósperas del mundo; era la única ciudad de ese país en poseer luz eléctrica y sistema de acueducto y alcantarillado. Manaus vivió su apogeo entre 1890 y 1920, gozando de tecnologías que otras ciudades del sur de Brasil no poseían, tales como el tranvía eléctrico, avenidas construidas sobre pantanos desecados, además de edificios imponentes y lujosos como el Teatro Amazonas, el palacio de gobierno, el mercado municipal y la casa de aduanas.

En los países donde influenció la explotación cauchera, los territorios amazónicos estaban habitados en su mayor parte por etnias indígenas. La llegada de colonizadores en busca del preciado caucho a estos territorios causó un choque cultural con los nativos que en la mayoría de los casos desembocaron en torturas, esclavitud y masacres.

Caminando sobre parte de la historia shiringuera, encontramos que en 1885, empieza la época del auge del caucho (aunque su explotación se realizaba ya desde tiempo atrás), producto cuya exportación aumentó año tras año hasta 1907, en que se registraron 3,029 toneladas métricas. Esta bonanza no volvería a repetirse. Iquitos experimentó durante aquellos años un auge y una prosperidad que no había tenido nunca, bonanza que también alcanzó a otras ciudades como Tarapoto, Moyobamba y Lamas. Los patrones derrochaban el dinero que habían ganado y construían lujosas viviendas para las que importaban materiales desde Alemania y otros países de Europa. Se impuso la moda europea y los caucheros vestían con las mejores telas y bebían los más finos licores. Muchas de las construcciones que aún se conservan en Iquitos dan testimonio del efímero período de abundancia y de improvisadas fortunas que al final de cuentas se esfumaron con la misma facilidad con que se habían formado a costa de tantas vidas, abusos y sacrificios.

Yayo de la Melena, un amigo iquiteño me sorprendió en las búsquedas que hacía de los rastros caucheros en Iquitos y me presentó fotos familiares de su abuelo, que al igual que sus compañeros extractores, al mediodía vestían elegantes ternos de casimir europeo, con clásicos sombreros, en medio de las selvas profanadas nautinas de Loreto con escopetas en mano y botellas de cerveza al parecer alemanas. Clara demostración del boato de esos tiempos de los explotadores del enriquecedor látex.

Asimismo, las fotos de aquella época describen el paso de hasta dos tranvías que algunos llamaban liliputienses (serían por que eran pequeños?) que cruzaban nuestras calles iquiteñas. Las personas de entonces caminaban en domingo o feriados, y hasta quién diría de a diario, vistiendo elegantes ternos (saco y pantalón) de colores claros y muchos de ellos descalzos, pero eso sí luciendo distinguidos sombreros saritas que suponía se daba el uso sin distingo de niveles económicos.
Iquitos, fundada en 1757, por los jesuítas y convertida en capital del departamento por el mariscal EP Ramón Castilla y Marquesado en 1864, fue el centro cauchero de la selva peruana y el primer puerto fluvial sobre el río Amazonas peruano. Desde allí se comercializaba con Manaus, en Brasil. Desde 1880, con el auge del caucho, la ciudad inició su expansión. Llegó contar con colonias de portugueses, españoles, judíos y chinos y hasta nueve consulados en aquella época. Iquitos gozó de años dorados en los que la riqueza que trajo el oro blanco dejó muestras del esplendor en mansiones y en edificios de estilo morisco, como la Casa de Fierro, diseñada por el ingeniero Gustav Eiffel que se ubica en una de las esquinas de la Plaza de Armas.

Muestra de esa época de grandeza económica está el edificio del Hotel Palace, actualmente ocupada por la Región Militar del Oriente, en la esquina del jirón Putumayo con el Malecón Tarapacá.

Recuerdo haber visto una fotografía en la que en la urbe las colonias se mostraban claramente definidas y propiciaban encuentros sociales y deportivos. Una instantánea, al parecer de principios del siglo XX, exhibe un letrero con dos hombres vestidos muy al terno, con sombreros y expresivos mostachos viajando al lado de uno de los trenes urbanos iquiteños con el anuncio de un “match de football entre norteamericanos y peruanos”.

En Iquitos, en un momento, las principales casas exportadoras eran las de Julio C. Arana, Luis Felipe Morey y Cecilio Hernández, aunque hubo numerosos caucheros menores no menos importantes. Arana fue el mayor: su casa fue propietaria de los fundos gomeros y de las colonias del Putumayo, la Casa Arana se convirtió en la Peruvian Amazon Company con sede en Londres y acciones en la bolsa. En 1909, desalojó a los caucheros colombianos y ganó el control no sólo del territorio comprendido entre el río Caquetá y el río Putumayo(antiguos límites del Perú), sino de la mano de obra indígena en toda la región a quienes controló con policías de la Scotland Year, traídos de la colonia inglesa de las Antillas centroamericanas.

Durante la prefectura de Pedro Portillo (1901-1904), se aprobaron leyes que gravaron a las importaciones e intentaron darle una mejor distribución a los impuestos derivados de la exportación de la goma, según sus calidades. Quedaron libres de impuestos productos como la manteca, el azúcar y las harinas, así como ciertas herramientas y maquinarias agrícolas. De este modo, la flamante Aduana de Iquitos incrementó sus ingresos notablemente y Loreto se niveló económicamente con respecto al resto del país.

En cierto sentido el cauchero fue un conquistador moderno, un explorador que -sin Biblia ni Dorado ni Paititi- gobernó una tierra indómita, descubrió en ella un atractivo desconocido y la convirtió en una región apetecible que hoy sigue ofreciendo infinitas posibilidades y riquezas en diversas formas.

De los efectos colaterales de este boom, de los desplazamientos nativos, de los crecimientos económicos comparativos, las entregas “pacíficas” de territorio a países vecinos y otras experiencias propias de las alteraciones ocasionadas por la extracción cauchera, me ocuparé en otra oportunidad.

Por ahora me basta mencionar que el riojano Julio César Arana del Águila (1864-1952) en el nororiente, por estos lares, y el huaracino Carlos Fermín Fitzcarrald (1862-1897) en el suroriente, fueron los grandes emprendedores de la explotación del caucho.

La historia nuestra (peruana) y particularmente de Iquitos en su relación de abundancia económica, no es un patrimonio que únicamente está en nuestras manos y que solamente nos pertenece, debido a su colateralidad es pertenencia globalizada pero mucho más sentida en la historia de brasileros, colombianos, bolivianos y ecuatorianos, y entre los peruanos es sentimiento compartido con sanmartinenses, ucayalinos, cajamarquinos y de los hijos de Madre de Dios. Es por eso que investigué entre las publicaciones extranjeras y nacionales, encontrando abundante material que poco a poco iré compartiendo con mis lectores.

Aunque como consuelo me queda el orgullo de que Iquitos vivió su bonanza, heredó arquitectura y una sociedad que siendo peruana parece respirar aires extranjeros todo derivados de un pasado vivido de una manera distinta. Mientras tanto seguiré caminando entre las letras que nos deja la historia y entre las palabras que obtenemos y discutimos con mi amigo Enrique Rodríguez Morales, otro buscador de este tema desde su terca propuesta empresarial, que juntos iniciamos, “La Taberna del Cauchero”, una especie de pequeño gran museo gráfico de esa época y centro de tertulia de loretanos y extranjeros que agradablemente se refrescan con unos vasos de cerveza y muchas fotos agigantadas al frente.