7/2/08

EL TREN EMBLEMÁTICO DE LA HISTORIA DE IQUITOS

Vista del ferrocarril urbano de Iquitos en plena manifestación
de adhesión a la gesta histórica de “La Toma de Leticia”
(Colección: Allen Morrison)



Muchas fotos de poca difusión (“casi inéditas”) pude encontrar sobre el tren de Iquitos revisando archivos en Internet y extrayendo de libros, revistas y fotos “químicamente puras” que las guardaba orgullosamente en el CPU de mi computadora personal. Me aprestaba a publicarlas pero infelizmente algún caco criollo, osado ladrón, uno de esos pillos envueltos de miseria económica y espiritual me adelantó, me “visitó” y en complicidad con la noche, la tranquilidad de la zona se llevó el bendito aparato, con toda su valiosa memoria.

Pero al trasto con eso. Lo que me motiva es presentar algunos rasgos vivenciales en nuestra sociedad iquiteña ocasionados por el tren urbano, al que llaman algunos historiadores amazónicos como el “tren liliputiense”, seguramente en alusión a lo pequeño que era y claro por lo de liliputiense en referencia a los menudos habitantes de las fantásticas tierras del Liliput de la novela del gigante Gulliver. La característica de estas unidades en Iquitos es que se usaron locomotoras a vapor para movilizar los vagones de su sistema ferroviario a diferencia de otras ciudades del Perú en que se utilizó tracción animal para mover los vagones.

De ese tren se habla de haber sido parte de las manifestaciones del levantamiento iquiteño para recuperar Leticia, como una expresión patriótica de defensa de la soberanía peruana, en el que la población se movilizó para despertar su malestar por lo que sucedía entre nuestros gobernantes y los del país vecino. Es precisamente que aquí presento una fotografía que fue tomada en 1932 y muestra a los pobladores en plena manifestación.

Se comenta de haber sido siempre elemento del solaz y esparcimiento de los habitantes de esta hermosa ciudad o ser vehiculo que servía de transporte fúnebre como reporta la historia “a la muerte del señor Alejandro Márquez y Gonzáles, varón conocido y sujeto importante en la vida de la ciudad, como fue agente de Aduanas y también ejerció muchos cargos en la Administración Pública. Su cuerpo inerte fue trasladado en una de las unidades del ferrocarril urbano.”, según descripción de Percy Vílchez Vela, en la revista Proceso de 1998.

El tren es un buen referente de la historia iquiteña, de su transición de aldea a ciudad. Solamente tuvo una vigencia de 30 años y fue inaugurada en 1905. Sobre este ferrocarril viajaban elegantemente vestidos los que más tenían y también los que menos poseían, pero casi siempre vestidos con la elegancia de la costumbre muy ceñida a la de los europeos, con sombreros de sarita, bastones, los hombres vestidos de ropa clara, algunos con finos calzados y otros a pie desnudo; amplios sombreros femeninos, vestidos extendidos y con encajes finos, hábitos irrepetidos pero que encantadoramente forman parte de nuestro pasado.

MEMORIA DEL TREN (1)

En el catálogo de nostalgias de la ciudad, circula un tren novedoso y perdido, siempre esperado y urbanamente espectacular. El tren cumplió varias funciones desde su llegada hasta una ciudad que hasta entonces tenía a las carretas como medios de locomoción. El tren arribó a Iquitos en 1904 y entonces en la ciudad aparecieron los rieles por donde iba a pasar el tren que se adueñó de la imaginación de los iquiteños. La estación de su partida o de su llegada era un ambiente del aserradero de Puritania.

El tren transportaba carga y pasajeros, sobre todo los domingos e inclusive llegó a transportar finados al cementerio.

El momento del tren es uno de los instantes interesantes de esta ciudad, en la medida que quedó en el imaginario popular después de su desaparición. Sobrevivió al desastre y se incorporó a la vida de las generaciones sucesivas

Del tren iquiteño quedan hoy registros de fotos que muestran la locomotora, el mismo tren en marcha, los pasajeros embarcándose para un paseo, los rieles.

Queda todo ello como una muestra física ya desaparecida, pero en la imaginación de los hombres circula un tren agrandado por la nostalgia y convertido en leyenda por el paso de los años. Hoy es un simple y olvidado monumento en la plaza 28 de Julio.

(1) Javier Dávila Durand, 100 AÑOS DE GENTE, casos, cosas. Publicado en Revista Proceso Año XXXII, Nº 81. Enero – Febrero 1998. p.p. 42.