26/11/07

LOS MUCHACHOS SE ESTÁN PORTANDO BIEN, MI GENERAL

Bajo el título arriba señalado, la revista LORETO HOY publica este interesante y gracioso fragmento de la historia del Perú y particularmente de Iquitos que lleva la firma de José Ángel Verea Chávez, conocido hombre de prensa. Por su valor y cautivante relato, lo reproduzco para el deleite de mis lectores. (Raúl Herrera Soria)
Escribe: José Ángel Verea Chávez

Las medidas adoptadas por el gobierno eran extremas. Nacionalizaciones, confiscaciones, clausuras, censura, mordaza, amenazas, capturas, apresamientos, ejecuciones secretas, prohibiciones, imposiciones a punta de fuerza y fusil eran pan de cada día.

Cada despropósito de los uniformados, alineados con La Habana y Moscú, era materia y motivo para que empresarios y políticos lancen sus voces de protesta y condena contra lo que consideraban atropellos lesivos y repudiables, que pisoteaban el Estado de Derecho que había regido la vida nacional hasta antes del 3 de octubre de 1968, cuando en horas de la madrugada, el entonces coronel del ejército Gonzalo Briceño Zevallos, ordenó que un tanque destruya con su fuerza brutal la reja de hierro de Palacio de Gobierno. Briceño, portando una docena de granadas de guerra alrededor de su cintura fue en busca del Presidente Fernando Belaunde Terry que descansaba en su dormitorio. Minutos después el gran demócrata y otros connotados políticos fueron embarcados en un avión de Aerolíneas Peruanas rumbo al destierro.

En Iquitos, un grupo de amigos reunidos en el umbral del local de la Mutual Loreto en la esquina de Jirón Lima (*) con Ucayali se habían percatado que un coronel del ejército se paseaba en un automóvil de la Quinta Región Militar por más de 5 horas, desde las ocho de la noche del dos de octubre hasta pasada la una de la madrugada del día tres, tiempo que estábamos dedicando a la celebración de mi cumpleaños con unos tragos de ron. En la mañana, en todas las radioemisoras, la marcha militar Los peruanos pasan, identificaba como fondo musical a la lectura de los Decretos Supremos firmados por Juan Velasco Alvarado. Ese mismo día, el coronel del automóvil, Justo Arias-Aragüez Bedoya, tomaba el mando de la Prefectura de Loreto.

Entre las medidas extremas tomadas por el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada estuvo la confiscación de los medios de comunicación, prensa, radio y televisión. Los grandes Diarios nacionales fueron entregados a las, dizque, organizaciones populares, creadas por Sinamos, que movía los hilos de la movilización y organización del pueblo para respaldar al gobierno dictatorial que “le había devuelto la dignidad al Pueblo Peruano el 9 de Octubre, cuando fueron tomadas y nacionalizadas las instalaciones de la International Petroleum Corporation.

Como burla y escarnio, “El Comercio” de Lima, propiedad de los Miró-Quesada, fue puesto en manos de un pescador, Avelino Mar. En Iquitos, Radio Amazonas, emisora de propiedad de Máximo Meléndez Cárdenas, antiguo y emblemático militante aprista, fue tomada por el entonces alcalde de la dictadura velasquista Jorge Luís Donayre Lozano, re bautizándola como Radio Samarén. Años después el famoso “condorito” instaló Radio 10 y Canal 21, por lo que mucha gente que le conoce estaría de acuerdo conque, en el presente, un eventual gobierno dictatorial, le confisque sus medios, para que pruebe de su propia medicina el hoy demócrata y defensor de la Constitución.

En el presente, las instituciones públicas de Loreto y sólo las de Loreto, pagan a los periodistas para publicar sus boletines, que mayormente realzan las figuras de las autoridades que las representan, en un claro afán de seguir haciendo campaña proselitista, con dinero del Estado. En la etapa dictatorial de Velasco Alvarado, las emisoras de radio, los Diarios locales y Canal 6 TV, la única estación de televisión, transmitían obligatoriamente los boletines oficiales redactados en la Oficina Regional de Información (ORI-4), que había tenido, como directores, entre otros, a Teddy Raúl Bendayán Díaz y Jorge Vigo Vásquez, quienes diariamente coordinaban con el comandante general de la QRM. De este último se cuenta que acudía al despacho del militar para “elogiar el comportamiento de los muchachos de la radio”: se están portando bien, mi general.

(*) En 1,971, se le devolvió su nombre original, Próspero.