No
mencionaré el periódico, pero cualquiera de los diarios impresos de Iquitos
puede ser la inspiración de este comentario que dicho sea de paso de manera
increíble corresponde a la vida o a lo escrito realmente. En la referida
publicación pude leer, en una de esas tantas notas policiales algo tan
sorprendente que supongo debe ser parte de la imaginación del redactor. “Un
motociclista cayó al pavimento luego de perder el equilibrio debido a que su
vehículo impactara en el cuerpo de un perro vago”. Sorpresa, es una noticia
realmente sensacional y que debe atraer a cualquier imaginativo de los equipos
de producción del cine mundial o de esas series exitosas de la televisión
nacional peruana.
El
motociclista atropelló a un perro vago. Vaya que mundo el nuestro. Aquí en este
valle de los mortales, los perros son seres que tienen trabajo regular y
formal, algunos lo pierden u otros nunca lo tuvieron. En este texto faltaron
algunos detalles para ampliar la noticia, como por ejemplo conocer si es que
ese cuadrúpedo animal se encontraba vagando, disfrutando de sus vacaciones, del
día de descanso o quién sabe vagaba luego de cumplir con sus habituales horas
de trabajo en vez de estar en casa haciendo sus quehaceres. Lo cierto es que el
pobre “perro vago” fue víctima accidental de la circunstancia que acabó con su
vida. De acuerdo al diccionario de la lengua española, vago significa
perezoso, holgazán. Desocupado, sin oficio.
Desde mi
entender, la ilustración que le dio el redactor estuvo inconclusa, dejó a
medias la noticia, ya que no dio cuenta del nombre y apellidos del “perro
vago”, su edad colocada entre paréntesis, cuántos cachorros dejó en orfandad,
si era un desempleado o en caso contrario dónde trabajaba el ladrante finado.
Lo cierto que el pobre can protagonista de esta triste noticia ya no está entre
los vivos pero si en la imaginación del redactor que lo ve fallecido en medio
de un velatorio, con los rostros compungidos y los ojos llorosos de sus
perrunos familiares y amigos compañeros de vagabunderías, de tertulias o del
trabajo que moquean su partida en medio de anécdotas y quizá escuchando el
aullar de una perruchita que funge de plañidera mientras se sirve una sopa de
huesos con panecillos untados con paté de hígado de pollo.
El “perro
vago” muerto al impactar con una motocicleta está allí, como símbolo de la
ligereza del redactor con espíritu imaginario del guionista o de niño iluso que
cree en las historietas animadas. Ese perruno personaje de la noticia seguirá
en el verso de la poesía del “perro arrepentido” del Chavo del Ocho. Quizá
seguirá en el verbo del iluso muchacho que en su anécdota describía corriendo
al “perro sonriente” o en mi recuerdo de la conversa graciosa de mis padres que
se referían como el “perro elegante” a un amigo, medio familiar.
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