Sorprendentes ocurrencias te da la vida. Las posibilidades del uso de grandes cantidades de dinero hizo que los caucheros de Iquitos enviaran a sus hijos a Estados Unidos y Europa en busca de realizar sus estudios secundarios, ya que en la capital loretana no existían colegios para el nivel secundario y Lima era una ciudad a donde era sumamente difícil de llegar por cualquier camino.
En ese trance, los hijos de los loretanos que asistían a esas lejanas tierras habitualmente se reunían o vivían muy cerca en ciudades tan distinguidas como Paris, relacionándose casi siempre entre ellos. Eran los novo millonarios sudamericanos. Esa era la rutina y la constante en las vidas de los caucheros de Brasil y Perú; mientras que los grandes ganaderos argentinos, los monarcas del carbón y el salitre de Chile intentaban a toda costa ser europeos, vinculándose con la nobleza mediante casamientos que se daban en mejor oportunidad y con la compra de cuanto mueble y objeto estaba a la venta para sus palacios de tipo francés de Buenos Aires o Santiago.
El escritor Ovidio Lagos es contundente explicando en su libro “Arana, Rey del Caucho”, que los amazónicos “… tal vez conocían sus limitaciones frente a la sociedad europea y no olvidaban que provenían de la selva. Existía entre ellos un esprit de corps (espíritu de cuerpo) que les permitía formar una verdadera comunidad”.
Era tal la holgura de su economía que los loretanos que tenían la costumbre del clima tropical, estaban sumamente habituados al calor y a la humedad que no toleraban el invierno europeo. Sentían apenas las primeras ventiscas del invierno y se embarcaban rumbo a la isla caribeña de Barbados, hasta que retornara el clima cálido.
Curiosamente, todos tenían sus residencias en la misma calle. Hubo excepciones, claro. Siempre alguien terminaba deslizándose en los salones parisinos o madrileños, algún galán de aires donjuanescos, de esos terribles que aspiraba a algo más que relacionarse únicamente con loretanos.
Uno de ellos dicen que fue Manuel Morey del Águila, prototipo del dandy de principios del siglo XX, en cuya historia exhibe las extravagancias de la bélle époque. Este breve episodio de su vida fue confiado en Lima al escritor que aquí cito por el arquitecto Raúl Morey Menacho, célebre iquiteño que llegó a ser presidente del Consejo Transitorio de Administración Regional, CTAR-Loreto apenas el presidente peruano Alberto Fujimori ejecutó su autogolpe en 1992.
Manuel Morey, quien fuera hijo de uno de los caucheros más prósperos de Iquitos, “… se enamoró perdidamente, en Madrid, de la hija de un conde. (…) El joven (Morey) se dirigió al palacio madrileño donde vivía su amada para solicitar al padre su mano. Pero se encontró con un primer escollo: el noble español no estaba dispuesto a entregar a su hija a un hombre que no tuviera un título nobiliario. ¿Se necesitaba ser, entonces, duque, marqués o conde? Pues bien, el caucho todo lo podría. Asesorado por informadísimas relaciones, Morey solicitó una entrevista con el canciller hispano, Mairata, para que lo ayudara a adquirir un título de conde.”
En esos tiempos socialmente era más importante tener un título de nobleza que un bien estudiado título académico en cualquier universidad del Viejo Continente. “En la España del rey Alfonso XIII un marquesado o un condado eran absolutamente accesibles, sobre todo porque el monarca utilizaba los ingresos que implicaba el otorgamiento de títulos para mantener a sus numerosas amantes, según sostenían algunas versiones.”
En la cancillería hispana, Morey sostuvo con Mairata una conversación más o menos en estos términos:
El comisionado del rey le habría comentado que para ser conde debe ser poseedor de tierras en abundancia y le preguntó dónde las tenía.
Comentó Raúl Morey Menacho, sobre las andanzas del familiar mayor, que el rey lo recibió en el Palacio de Oriente y, con pompa y circunstancia, lo declaró conde de Tarapoto. Hubo reverencias y sublimes fotografías junto al monarca.
Ya con el título de nobleza como suyo, Manuel Morey del Águila fue en busca de la mano de su bienamada, solicitando una audiencia previa con su padre. “El conde español lo escuchó, verificó los documentos firmados por el rey y le preguntó si, allá en Loreto, había nobles.
El conde Morey quedó virtualmente humillado y al poco tiempo decidió volver a su calurosa y tropical tierra. Y en Iquitos, durante sus tertulias de mesa de bar, al lado de sus amigos comentó el suceso, ponderando las circunstancias que le llevaron a reunirse con el rey de España y el otorgamiento del título recibido como conde de Tarapoto.
El comentario despertó las carcajadas. “Quién podía creer en semejante historia. ¡Conde de Tarapoto! Eso sí que estaba bueno. El joven Manuel corrió a su casa y regresó con el título condal y la fotografía que lo mostraba junto a Alfonso XIII de España, ataviado con un absurdo traje, sombrero y espada. Quizá lamentó no haber mantenido en secreto aquella ceremonia y su nueva calidad de noble. En Iquitos, las bromas que le hicieron a partir de ese momento, terminaron amargándole la vida.”
En ese trance, los hijos de los loretanos que asistían a esas lejanas tierras habitualmente se reunían o vivían muy cerca en ciudades tan distinguidas como Paris, relacionándose casi siempre entre ellos. Eran los novo millonarios sudamericanos. Esa era la rutina y la constante en las vidas de los caucheros de Brasil y Perú; mientras que los grandes ganaderos argentinos, los monarcas del carbón y el salitre de Chile intentaban a toda costa ser europeos, vinculándose con la nobleza mediante casamientos que se daban en mejor oportunidad y con la compra de cuanto mueble y objeto estaba a la venta para sus palacios de tipo francés de Buenos Aires o Santiago.
El escritor Ovidio Lagos es contundente explicando en su libro “Arana, Rey del Caucho”, que los amazónicos “… tal vez conocían sus limitaciones frente a la sociedad europea y no olvidaban que provenían de la selva. Existía entre ellos un esprit de corps (espíritu de cuerpo) que les permitía formar una verdadera comunidad”.
Era tal la holgura de su economía que los loretanos que tenían la costumbre del clima tropical, estaban sumamente habituados al calor y a la humedad que no toleraban el invierno europeo. Sentían apenas las primeras ventiscas del invierno y se embarcaban rumbo a la isla caribeña de Barbados, hasta que retornara el clima cálido.
Curiosamente, todos tenían sus residencias en la misma calle. Hubo excepciones, claro. Siempre alguien terminaba deslizándose en los salones parisinos o madrileños, algún galán de aires donjuanescos, de esos terribles que aspiraba a algo más que relacionarse únicamente con loretanos.
Uno de ellos dicen que fue Manuel Morey del Águila, prototipo del dandy de principios del siglo XX, en cuya historia exhibe las extravagancias de la bélle époque. Este breve episodio de su vida fue confiado en Lima al escritor que aquí cito por el arquitecto Raúl Morey Menacho, célebre iquiteño que llegó a ser presidente del Consejo Transitorio de Administración Regional, CTAR-Loreto apenas el presidente peruano Alberto Fujimori ejecutó su autogolpe en 1992.
Manuel Morey, quien fuera hijo de uno de los caucheros más prósperos de Iquitos, “… se enamoró perdidamente, en Madrid, de la hija de un conde. (…) El joven (Morey) se dirigió al palacio madrileño donde vivía su amada para solicitar al padre su mano. Pero se encontró con un primer escollo: el noble español no estaba dispuesto a entregar a su hija a un hombre que no tuviera un título nobiliario. ¿Se necesitaba ser, entonces, duque, marqués o conde? Pues bien, el caucho todo lo podría. Asesorado por informadísimas relaciones, Morey solicitó una entrevista con el canciller hispano, Mairata, para que lo ayudara a adquirir un título de conde.”
En esos tiempos socialmente era más importante tener un título de nobleza que un bien estudiado título académico en cualquier universidad del Viejo Continente. “En la España del rey Alfonso XIII un marquesado o un condado eran absolutamente accesibles, sobre todo porque el monarca utilizaba los ingresos que implicaba el otorgamiento de títulos para mantener a sus numerosas amantes, según sostenían algunas versiones.”
En la cancillería hispana, Morey sostuvo con Mairata una conversación más o menos en estos términos:
- “¿Dónde tiene usted tierras? ––le preguntó el canciller, durante la entrevista.
- En Loreto, Perú ––respondió.
- Casi lo mismo le cuesta a usted ser marqués, que es un título mayor.
- No quiero ser más que ella. Quiero ser igual ––aseguró Morey.
El comisionado del rey le habría comentado que para ser conde debe ser poseedor de tierras en abundancia y le preguntó dónde las tenía.
- “Poseo tierras en Tarapoto, en el Amazonas peruano ––respondió.
- ¿Y qué significa ese término?
- Es una palmera delgada que, en su parte superior, tiene una especie de barriga.”
Comentó Raúl Morey Menacho, sobre las andanzas del familiar mayor, que el rey lo recibió en el Palacio de Oriente y, con pompa y circunstancia, lo declaró conde de Tarapoto. Hubo reverencias y sublimes fotografías junto al monarca.
Ya con el título de nobleza como suyo, Manuel Morey del Águila fue en busca de la mano de su bienamada, solicitando una audiencia previa con su padre. “El conde español lo escuchó, verificó los documentos firmados por el rey y le preguntó si, allá en Loreto, había nobles.
- Algunos, por el lado de la familia del Águila.
- ¿Tiene algún palacio?
- No, pero puedo construirlo.
- El madrileño lo contempló con escepticismo.
- ¿Cómo es la vida en Iquitos? ¿De dónde obtiene el dinero?
- Del caucho, por supuesto ––respondió orgulloso Morey.
El conde Morey quedó virtualmente humillado y al poco tiempo decidió volver a su calurosa y tropical tierra. Y en Iquitos, durante sus tertulias de mesa de bar, al lado de sus amigos comentó el suceso, ponderando las circunstancias que le llevaron a reunirse con el rey de España y el otorgamiento del título recibido como conde de Tarapoto.
El comentario despertó las carcajadas. “Quién podía creer en semejante historia. ¡Conde de Tarapoto! Eso sí que estaba bueno. El joven Manuel corrió a su casa y regresó con el título condal y la fotografía que lo mostraba junto a Alfonso XIII de España, ataviado con un absurdo traje, sombrero y espada. Quizá lamentó no haber mantenido en secreto aquella ceremonia y su nueva calidad de noble. En Iquitos, las bromas que le hicieron a partir de ese momento, terminaron amargándole la vida.”
Citas: Extraídas de Arana, Rey del Caucho
De: Ovidio Lagos
Título original
The Devil’s Larder (“La Despensa del Diablo”)
Copyright © Jim Crace, 2001
© 2003, Emecé Editores, S. A.
Don Raúl
ResponderEliminarRespecto a este articulo, dicen que Mario Vargas (SEGUN ELCOMERCIO) es el unico peruano que en 190 años ha recibido tal titulo, osea que nuestro amigo Morey queda en el aire.
Por otro lado cuando lo visito, para conversar de algun proyectillo que se podría hacer.
Saludos