4/3/08

RAUL LANDA: MIRAFLORINO CON CORAZON DE LORETANO

Solamente Raúl Gonzalo Landa Capella se atrevía promover adolescentes para hacer periodismo en radio, una especie de periodismo escolar pero frente a los micrófonos de una radio de verdad. Fue mi profesor de inglés en la secundaria, pero antes lo conocí como conductor del programa de variedades y concursos más sensacional que la radio de la Amazonía haya escuchado: Sorpresas Dominicales. En ese programa, cuando tenía entre los 8 ó 9 años de edad, quizá gané más premios que ninguno en Iquitos y yo ya era parte familiar de la actividad de Landa Capella. Hasta hoy vibra en mi mente los acordes del “morrocoy, coy, coy, no me empujen que ya voy…” cuyo fondo musical caracterizaba al programa cada domingo desde muy temprano hasta las 6 de la tarde.

Alguna vez, José Ángel “pepino” Verea Chávez, fabuloso periodista y anecdotista, describía a Raúl como uno de los “pituquitos” llegados del aristocrático distrito limeño de Miraflores para ser jefe de ENTEL Perú en Iquitos, recordada empresa de telefonía que usaba magnetos (a manivela) para comunicarse entre los aparatosos teléfonos de la época. Dice “pepino” que (Raúl Landa)vestía pantalones de casimir y pulcras camisas adornadas con lapiceros enchapados de oro al bolsillo.

Raúl fue rápidamente atrapado por su pasión que es la radio. Narraba fútbol y conducía con una velocidad, hasta hoy admirable, sus programas dominicales. Una nube de muchachos lo acompañaba que en su volumen era una parte de los que lo seguían en sus labores pedagógicas y de técnico de fútbol. Landa Capella es todo un caso, desde esa época hasta hoy. Es decir que Raúl tiene en Iquitos fácilmente 40 años (antigüedad que no lo sé exactamente) y una riqueza extraordinaria de la que cada vez que puede desborda, hace gala y regala en el relato de sus experiencias, como aquella que le tocó vivir en la tragedia del Estadio Nacional de Lima el 24 de mayo de 1964 durante el partido entre Perú y Argentina, cuando trabajaba para la agencia de noticias UPI.

Landa Capella se enamoró por siempre y para siempre de Teresita Olórtegui, una noble dama loretana con quien tiene la felicidad de tener como hijo a Juan Raúl, sacerdote católico con una calidad y sencillez extraordinaria, y Libita que es una dama singular. Qué hombre no puede ser feliz con tamaña cosecha de su vida?.

Su quijotesca actitud de construir juventud y hacer patria con el deporte y el periodismo le ha dado frutos importantes, aunque no pocos sinsabores. Más de una vez le pedí que dejara el Juventud Miraflores, su verdadera pasión vital porque le estaban pagando mal, no reconocían su incomparable labor social, deportiva, su íntegra y honesta entrega. Me escuchaba pero con sabia desobediencia proseguía “fiel al castigo”, es decir al servicio de su eterno club, al cual adicionaba nombres para tener más en qué dedicarse. De ahí salían el Miraflores Juniors y otros más que al final seguían siendo lo mismo, es decir miembros de la gran familia de este “miraflorino con corazón de loretano”.

Con Raúl Landa en 1973 me hice corresponsal de deportes en Requena, donde me mandaron a estudiar en el internado del padre Pascual Alegre, y enviaba noticias para el programa “La Voz del Deporte” de Radio Atlántida. Luego 1974 ya estaba al lado de Raúl en el programa “Deporte al Día” de Radio La Voz de la Selva, recuerdo que fue el 1 de agosto a las 12 meridiano que me estrené en la radio.

Con el maestro Landa Capella hice lo que ningún muchacho de mi edad hizo en Loreto, salí a transmitir fútbol profesional acompañando al CNI. La primera fue a Trujillo en un choque con el Carlos A. Manucci, luego a Chiclayo para el partido con Juan Aurich y así fui sumando experiencias. Para viajar a estas jornadas periodísticas que Iquitos entero escuchaba, debía pedir permiso en el colegio donde estudiaba episodio en el que recuerdo con especial aprecio el apoyo que recibía de mi profesora Nora García, una joven profesora con un tremendo ángel al que acompañaba su singular belleza.

De Raúl Landa tengo que hablar mucho, pero más debo agradecerle su inmensa tolerancia, enseñanza, orientación y fe. Me puso al lado de notables de ese tiempo Américo Zavaleta, Manuel Iwamoto, Fernando Vásquez Barbarán, Eulogio Amado García Pinedo, Samuel Ríos Barrientos y otros, para aprender de ellos. Me abrió las puertas de esta profesión que me ha dado grandes satisfacciones. Raúl a pesar de los años sigue firme, gracias a la bendición de Dios para la satisfacción de quienes lo queremos y deseamos que siga siendo valioso para Loreto.