28/11/07

LOS PIONEROS


Conversar sobre la historia de Loreto y la Amazonía es abrir algunas incógnitas y despertar la atención sobre algunas cosas que aparentemente son de corriente uso y de mirada superficial.

Al caminar por nuestras calles, por ejemplo no reparamos en los orígenes de sus nombres. Recuerdo aún como si fuera ayer, en los años del gobierno municipal de Joaquín Abensur Araujo y luego en los del alcalde Jorge Chávez Sibina, a Humberto “cholo” Morey Alejo, con sus apuntes y aportes históricos sobre nuestra ciudad y la región, y sus tercos intentos por hacer conocer a la comunidad sobre el origen de los nombres que llevan las arterias de la capital loretana.

Pero hay casos en que la historia de Loreto tiene tantos nombres y pro hombres que nos envuelven y enriquecen en temas tan valiosos de nuestra cultura y que a veces o casi siempre los pasamos desapercibidos. En 1995, el Ctar Loreto, entonces apoyó una genial iniciativa literaria de una dupla de geniales periodistas, Fernando Barcia García, ya fallecido, y Róger Rumrrill, que presentaron una simpática edición de “Los Pioneros de Loreto”, rica en historia y anécdotas.

“Muchos aspectos acerca de la historia del viejo Loreto se encuentran en la oscuridad y otros son apenas recordados de vez en cuando al revisar antiguos papeles familiares o documentos oficiales”, comentan los escritores en el mencionado libro. Sustentando sus razones en hechos tan interesantes como que Nauta fue alguna vez la capital de Loreto y centro de operaciones portuarias de una línea de navegación brasileña(cuyo nombre no es citado) que operaba en la Amazonía. Nauta dicen que se transformó en un pequeño gran centro comercial para el exterior desde donde se exportaba desde zarzaparrilla y cascarilla hasta tabaco en mazos; sombreros de paja, piezas de tocuyo confeccionados en telares de mano, hamacas, algodón en bruto, café y gomas (caucho y jebe o shiringa).

Por ejemplo, los pucallpinos tan reverentes a la figura de Faustino Maldonado deben saber que este expedicionario en la misión que encabezó partió desde Nauta pasando por Cusco y luego de subir por el Ucayali y el Urubamba llegó hasta Madre de Dios, por cuyo río descendió para morir junto a su hijo en el “Calderao do Inferno” del Madera-Mamoré, brasileño.

Cuentan los relatos sobre travesías fantásticas y hasta poco probables para la fortaleza humana actual como aquella de navegar en canoa desde el mismo Iquitos hasta la desembocadura del Pachitea, sin muchos contratiempos. Los nativos se mostraban hospitalarios y prestaban facilidades a los viajeros. Dicen que “existían colonos a todo lo largo del recorrido, aunque en ciertos lugares se viajaba horas de horas, un día o más sin hallar un solo colono y tropezando más bien con nativos a veces desconfiados y huidizos”.

La selva peruana de esos tiempos, proporcionaba insumos para el uso de la aristocracia europea, solventado grandes elementos de la moda. Uno de los artículos de comercio loretano fueron las plumas de garza, muy solicitadas por la moda femenina de la Belle Epoque. “En los pueblos del Amazonas, Marañón y Ucayali, las chicas confeccionaban abanicos con plumas engarzadas en filamentos de támishi ablandado, que eran tejidos para hacer los mangos, a veces entrelazados con chambira. Era una artesanía muy peculiar. Utilizaban finas plumas de garzas de distintos colores; plumas finas de loros, guacamayos y otras aves. Era una artesanía que ligaba raíces nativas e hispanas; la tradición de la española y el abanico”.

Los tiempos del auge cauchero, mantienen muy discretos en sus recuerdos un segmento de la historia de Loreto. En cuando los colombianos, se extendieron del Caquetá al río Napo, en la margen izquierda, tratando de consolidar precariamente la posesión de esos territorios. Los caucheros y shiringueros colombianos ingresaron también al Yavarí mientras los bolivianos hacían lo posible por prolongar sus fronteras por el Norte, hasta el mismo Yavarí, disputando el dominio con brasileños y peruanos.

Ciertamente que nuestra amazonía convence, cautiva y adopta a personas de todo tipo, estos conceptos están fundamentados en la historia. La más reciente es la de Nick Paine,  canadiense de origen europeo y residente norteamericano que se hizo llamar “el bobo loretano”, ahora en la junta celestial desde casi un año hasta donde llegó por el llamado del Señor. Este hombre se hizo "charapa" en nuestros predios hasta donde vino para una reportaje que tenía que desarrollarlo por pocos días y luego de 10 años ya era un miembro de nuestra sociedad.


Pero más atrás, en las agonías del boom cauchero, a principios de los años 20 del siglo pasado llegaron otros gringos: los de la Standar Oil, petrolera de propiedad de Rockefeller, el magnate más poderoso económicamente de esos tiempos, con su personal técnico y científico y entre ellos trajo a un estadounidense “insignificante, moreno y menudo, casi raquítico y siempre con lentes, que trataba de adivinar más que ver”, llamado H. Bassler, toda una eminencia en el campo científico, especialmente en la geología y, además, un insigne naturalista y catedrático, con muchas publicaciones especializadas.

Dicen los relatos que a este hombre no le interesaban que las mujeres “fuesen estas feas o bonitas, rubias o morenas, gringas o criollas. Se dice que sólo una vez se le vio acaramelarse junto a una nativa pintarrajeada, con el cuerpo sudoroso y oliendo de lejos a hembra en celo, en uno de sus recorridos por el Marañón. Algunos afirman que lo contenía no su disciplinada manera de ser sino la idea de que su cabeza terminara disecada y reducida, pues la nativa era una sonriente shapra”.

Mister Bassler en su estancia en Iquitos hizo construir su residencia en la cuarta cuadra de la calle Putumayo, donde más tarde funcionaría el servicio contra la malaria, después en los años 70´s fue el centro de operaciones de la productora del cineasta Werner Herzog y en la que por muchas horas permanecía la mundialmente conocida actriz Claudia Cardinale. Posteriormente se instaló en el mismo lugar un hotel sin trascendencia ni vuelo y ahora, ahí mismo, está construida la moderna discoteca Berimbau.

En esa curiosa residencia, para el científico norteamericano, “lo principal era el laboratorio (…). Allí examinaba los animales y las plantas; fósiles o minerales, parte de los cuales enviaba a los Estados Unidos. En forma paralela, en la huerta se hicieron algunas siembras y se organizó un pequeño zoológico amazónico; y hasta se llegó a afirmar que el gringo Bassler se acostaba con una mantona, cosa que nadie vio, aunque sí acostumbraba comer con un gran motelo al lado de su mesa con el que dialogaba de cuando en cuando y le acariciaba el casco como si se tratara de un perro cariñoso.”.

La historia si bien está extensamente escrita, el conocimiento de ella no es pleno. Descubrirla es casi siempre agradable por sus excentricidades, su bonanza o tristezas cuando se encuentran sus lados dolorosos, depresivo, sanguinario y cruel. Loreto no escapa a eso y solamente un comentario no puede explicarlo en toda su amplitud, ni descubrirla más sorprendentemente.




* Algunos pasajes y citas de este artículo han sido consultados de “Pioneros de Loreto”, de Fernando Barcía y Róger Rumrill, Iquitos, 1995.