Viajar por la franja fronteriza con Colombia, deteniéndose un tiempo en cada pueblito y caserío asentado en las riberas del río Putumayo, deja en claro que el abandono en que se encuentran los peruanos es tan grande que hace que nuestros compatriotas de esa zona se sientan rebeldes de su nacionalidad y muestren su rabia haciendo de su cada día, una manifestación de sobrevivencia. El Perú para ellos es la bandera, el DNI y algunos abarrotes de marca peruana, entiéndase algunos abarrotes que llegan desde Iquitos para ser vendidos en bodegas y almacenes que compiten en desventaja con los cacharreros (comerciantes colombianos de embarcaciones fluviales) que navegan por las aguas del río límite vendiendo a mejores precios el producto de la industria del país vecino.
Allí el “Somos libres, seamos lo siempre…” suena a chiste, duele a cachetada y huele a prisión debido a que el peruano nunca ha podido ser libre del doloroso cautiverio del hambre, del desempleo y del sentimiento de abandono de su Estado, de su país, al que insólitamente quiere quizá más que cualquier peruano del resto del territorio patrio.
Esa es la zona más pobre de la provincia de Maynas. Una gaseosa, esa de litro y medio que en Iquitos se compra a 4 soles, fácilmente en El Estrecho (pequeño poblado capital del distrito de El Putumayo) sobrepasa los 10 soles. Por eso es que el poblador fronterizo peruano muerde su rabia como pan del día, y lo hace no por circunstancia sino por costumbre que arrastra desde varias generaciones haciendo más pobres a estos peruanos.
La reciente visita efectuada por miembros del gabinete de ministros del gobierno de Alan García, parece ser uno de esos tantos saludos a la bandera que cual piropo entrega a cada paso de chica linda el galán criollo de la concurrida esquina de los jirones Próspero con 9 de Diciembre en el bullicioso Mercado de Belén. El poblador del Putumayo, a pesar de las mentiras y frustraciones ama el Perú como no tienen idea y creo que lo que hay es una actitud masoquista de amar a quien parece no quererle y al contrario maltratarle. Quién los olvido?. La memoria de ellos y de todos hizo costra en la amnesia de decenas de años de postergación.
Recuerdo los años del segundo gobierno de Fernando Belaunde Terry, en los que los arrebatos integradores mediante vías de comunicación más francas y cortas se proyectó, e iniciándose la construcción de una carretera entre las cuencas de los ríos Napo y Putumayo. La idea quedó en una frustrada trocha, amplia ella, la misma que por lo que pareció inviable quedó sepultada en medio de nuestra agreste selva. Ahí está en mi memoria la figura de un ministro de Transportes arequipeño de quien no recuerdo el apellido, que junto al entonces premier Manuel Ulloa Elías recorrió el Napo llegando a la altura del pequeño poblado de Arica, para mirar de lejitos no más el punto de inicio de la carretera. Eran los tiempos de presidente de la Cordelor, siglas de la Corporación de Desarrollo de Loreto, de ese caballero llamado Juan Pinedo Nájar, en los que lamentablemente no pudieron impulsar hacia un progreso franco a esta zona de frontera.
La tarea siguió repitiéndose en los sucesivos gobiernos regionales y uno más que otro mostraba interés pero poca calidad para la aplicación de programas y proyectos que condujeran a un real desarrollo del Putumayo. Así pasaron la Cordelor, el Gobierno Regional de principios de la década pasada que con el auto golpe de Estado de Alberto Fujimori se transformó en Ctar Loreto y nuevamente el Gobierno Regional, ninguno ha podido sostener un plan de desarrollo de las franjas fronterizas de esta parte del país.
Tantos han visitado esa zona, por una u otra razón, con despliegues de periodistas locales y nacionales para hacer su “número” en la frontera. Los últimos son funcionarios de éste y otros antes, los del gobierno de Alejandro Toledo, han ido “expresando su interés” en desarrollar el Putumayo; y hasta Vladimiro Montesinos en los tiempos del chino, llegó con un espectacular equipo de autoridades del Ejecutivo y militares de todas las graduaciones, pero hasta ahora nada han hecho.
Los gobiernos locales poco han podido resolver el desequilibrio en que se encuentra la vida en esa frontera. En la gestión del alcalde de El Putumayo, Víctor Raúl Reátegui Paredes, se ha presentado un plan interesante. Me pareció quijotesco, de eso comenté alguna vez a Oraldo Augusto Reátegui Segura, uno de los cerebrales asesores de ese equipo municipal, por que era algo así como una golondrina que no podía hacer verano. Al alcalde Víctor Reátegui le hicieron la guerra por todo lado. Le enrostraron temas judiciales sobre donaciones (dicen que las Leyes son iguales para todos y de esa misma manera se aplica en cualquier lugar del país, pero creo que en lo legal la justicia debe ser criteriosa y no cuadriculada). La autoridad encontró la pesadilla en su gobierno y a eso se sumó la politización del clima en esa población fronteriza. Así lamentablemente contribuyen los políticos de Loreto al crecimiento del desarrollo de sus pueblos.
El Putumayo y Teniente Clavero son jurisdicciones distritales empobrecidas, con un alto costo de vida, con servicios básicos inexistentes, con cultura y educación sostenida más por los gobiernos de Colombia y Ecuador en sus escuelas y centros poblados. Es el abandono, la crueldad con que actúa el Estado peruano sobre sus pueblos a los que al parecer de forma burlona llamamos ”fronteras vivas”; creo que viendo como la pasan nuestros hermanos del Putumayo, sería mejor decirles que son los vivientes de las “fronteras agonizantes del Perú”.
Cómo poder desarrollar esos pueblos?. Por qué los colombianos y los ecuatorianos si han logrado un avance importante en esos territorios delimitantes?. La tarea no es solamente de Salomón Abensur como alcalde de la provincia que al parecer desde que asumió su función se ha manifestado interesado en gestionar y llevar progreso a esos pueblos. No es suficiente que sean los alcaldes de esos distritos, ni del mismo Gobierno Regional de Loreto; esa es una tarea del Estado peruano en su conjunto, a los que deben sumarse los Organismos No Gubernamentales y la empresa privada.
Es una tarea compleja, extendida y comprometida. Deben crearse un organismo multisectorial especial, similar al que se conformó para la reconstrucción de las localidades del Sur del país que quedaron devastadas por el terremoto de agosto pasado. Pero esta debe ser una organización que planee a mediano plazo. Es necesario que se focalicen los polos de desarrollo. En El Estrecho o en Güeppí, ubicarse las áreas de territorio suficientes para la construcción de dos de las cinco o seis ciudades en las que el Estado peruano proporcione modernidad, servicios básicos, educación, salud, infraestructura de transportes y bienestar a los pobladores de esta parte del país.
Construir nuevas ciudades que permitan centralizar la inversión del Estado para garantizar el rescate de talentos de la zona y de aquellos ciudadanos que de cualquier parte del país deseen ir a poblar ciudades como las mencionadas y otras nuevas, donde ellos y sus hijos puedan encontrar educación de calidad desde la inicial y hasta la superior para desarrollarse en la vida. Centros de salud y hospitales, telefonía urbana y rural, agua, desagüe, electricidad, radio, televisión deben ser implementados.
La infraestructura educativa es fundamental. En esa frontera hay que potenciar la educación técnica con opciones aplicables a la realidad y exigencias de esa zona. Los hijos de las comunidades indígenas no deben venir a Iquitos para buscar mejorar su formación técnica y profesional, sino que cerca de ellos estará la calidad de centros de capacitación. La idea es ubicar centros poblados modernos y evitar esa absurda atomización de la infraestructura estatal diseminada a lo largo de pueblos muy distantes unos de otros.
Las personas que habitarían estas ciudades no solamente deben gozar de mejores condiciones humanas, sino que se les debe elevar sus niveles de autoestima y con seguridad ese orgullo guardado desde viejas generaciones aflorará en medio de ciudades diseñadas con modernos trazos urbanísticos.
Nada mejor que focalizar fronteras vivas en ciudades con estas condiciones. Para esto la inversión del Estado es impostergable y sobre todo urgente. Mientras, seguiremos pensando que las fronteras vivas son solamente un cliché que forma parte del discurso de los políticos que no hacen otra cosa que disfrazar números y términos para seguir en el mismo cuento del crecimiento económico, así todo seguirá siendo gaseoso.