Desde que tengo uso de razón, en mi esquema alimenticio no faltaba el aguaje como uno de esos deliciosos manjares que fueron fortaleciendo mi cuerpo, alimentándolo de vitamina. Había muchas formas de darle curso a esta fruta. Los muchachos buscábamos encontrar el adjetivo que la ubicará, entre el más próximo, al exacto que le correspondería a la amarilla fruta de sabor peculiar.
En casa mi madre encargaba a la tía Luisa la preparación del aguaje en refresco que se servía espesa y con suficiente azúcar que la hacía incomparable. La aguajina, el refresco de aguaje es para mi incomparable. De la misma manera en que lo disfrutó el cantante y autor Ricardo Montaner, no tan famoso como hoy, tomándolo muy helado en una de las mesas del mercado Modelo, de la calle Nanay, con quien anduvimos las arterias de Iquitos en los días en que los loretanos gozábamos de uno de los últimos Festivales Internacionales de la Canción de la Amazonía (FICA).
El aguaje de entonces, allá en los años 60s, lo disfrutamos de muchas formas. En chupetes, helados (de El Trébol, de La Favorita o en la carretilla de don Bensho Reátegui) de la esquina de Brasil con Próspero. En pasta dulce que lo expendían en lugares dispersos de la ciudad. El aguaje no se vendía pelado como hoy en que le dan su “valor agregado”; se vendía entre otros lugares en la calle Aguire, en la plaza 28 de Julio, en la curva frente al jirón Huallaga y lo hacían en las noches. Los aguajes nos entregaban con cáscara y en bolsas de papel. Costumbres aquellas.
Recuerdo una de esas tantas tardes, más o menos adolescente yo, junto a mi primo-hermano Roberto Cárdenas Vela, ahora allí en la lejana Anzoátegui viviendo en las cercanías del Caribe venezolano, nos sentamos a comer unas cuantas decenas de aguajitos que nos dejaron los dientes adormecidos y el estómago con la suficiente cantidad de gases para elevarnos hasta cerca de las nubes. Así como nosotros en medio de los diablillos de nuestra picardía. Muchos adolescentes, jóvenes y adultos, hombres y mujeres, se entregaron, se entregan y lo seguirán haciendo al imperio de la delicia del aguaje.
En torno al aguaje se han extendido una serie de aventuras y propiedades, inclusive se le atribuyó al fruto riquezas y virtudes como la de poseer hormonas femeninas que hacía al hombre que lo comía con bastante frecuencia un ser afeminado. Los loretanos somos quizá todo lo contrario y así nos sentimos los que nos “soplamos” decenas de aguajes por sentada.
Lo cierto es que el aguaje no es una leyenda, es una de las ricas frutas de la Amazonía peruana y es realmente una de las divinidades, adjetivo éste que emplea uno de sus investigadores más tercos que es Roberto Rojas Ruiz. De esta palmera se rescata todo, nada se salva, todo sirve.
Qué puedo decir del aguaje?. Pues, que sus frutos son altamente nutritivos ya que contienen proteínas, grasa, vitaminas y carbohidratos. Nosotros disfrutamos del aguaje en las ciudades, pero en realidad es el soporte de la cadena alimenticia de animales y humanos, en medio de la selva por lo que los antiguos yaguas, los que sobreviven lo llaman "la madre de la floresta" y el "árbol de la vida", considerándolo un símbolo de la inmortalidad.
La palmera del aguaje nos provee de tantas delicias, inclusive derribado, muerto. Del tronco se obtiene el "suri", un gusano blanco y gordo que al ser frito se convierte en un alimento sabroso y altamente nutritivo en las zonas rurales. Mi amigo, el desaparecido arqueólogo culinario Nick Paine, en un reportaje que hice para la televisión peruana a través de Panamericana ante las cámaras -las de él y la mía- me invitó a comer suris en forma de anticucho; no me quedó otra que meterle diente… y que sabrosura que me perdía, ya que en casa mi madre una noble mujer citadina no aceptaba que chicos o mayores nos alimentáramos de semejantes antojitos.
El aguaje es una fruta emblemática de la selva peruana y se desarrolla en pantanos a los que conocemos como aguajales. En estas extensiones que cubren más de 6 millones de hectáreas en la Amazonía peruana, de las cuales cerca de 3 millones son de rodales puros, con una densidad superior a 250 palmeras por hectárea, viven animales que hacen de éstas áreas su hábitat como el lagarto negro, la anaconda el ofidio más grande de la Amazonía y típico de los ambientes acuáticos; la sachavaca que tiene en esta fruta su principal alimento; el sajino, la huangana; lechuzas de muchas variedades y los guacamayos.
El aguaje tiene un alto contenido de pro vitamina A (beta caroteno, 30- 300 mg/100 g9 en pulpa. Su aceite representa el mayor contenido de vitamina A en el mundo. Esta fruta regula el contenido de vitamina B y C y tiene un valioso contenido de minerales.
Su consumo, solamente en la ciudad de Iquitos, de acuerdo a las estadísticas podría superar las 12 toneladas diarias para distintos usos, desde las ventas a granel en las esquinas con nuestras clásicas aguajeras que en bandejas se la pasan buen tiempo pelando la fruta para venderlas con suaves baños de sal de cocina. Ahora el aguaje se vende solamente en el día y no en las noches como recuerdo en los años 60s.
Del centro del tronco se obtiene un almidón comestible. Asimismo, se hace drenar una sustancia azucarada de la que se hace una miel de aguaje que se aplica en el tratamiento de personas anémicas y que requieren de dietas energéticas.
El aguaje es una especie de uso múltiple, todo vale. De las hojas se obtienen el material para fibras empleadas en artesanía. Muchas personas alistan la cobertura de sus viviendas con las hojas de la palmera. Las hojas se usan directamente en el techado de viviendas rústicas. Parte de las hojas son utilizadas en actividades y obras de bellas artesanías.
En casa mi madre encargaba a la tía Luisa la preparación del aguaje en refresco que se servía espesa y con suficiente azúcar que la hacía incomparable. La aguajina, el refresco de aguaje es para mi incomparable. De la misma manera en que lo disfrutó el cantante y autor Ricardo Montaner, no tan famoso como hoy, tomándolo muy helado en una de las mesas del mercado Modelo, de la calle Nanay, con quien anduvimos las arterias de Iquitos en los días en que los loretanos gozábamos de uno de los últimos Festivales Internacionales de la Canción de la Amazonía (FICA).
El aguaje de entonces, allá en los años 60s, lo disfrutamos de muchas formas. En chupetes, helados (de El Trébol, de La Favorita o en la carretilla de don Bensho Reátegui) de la esquina de Brasil con Próspero. En pasta dulce que lo expendían en lugares dispersos de la ciudad. El aguaje no se vendía pelado como hoy en que le dan su “valor agregado”; se vendía entre otros lugares en la calle Aguire, en la plaza 28 de Julio, en la curva frente al jirón Huallaga y lo hacían en las noches. Los aguajes nos entregaban con cáscara y en bolsas de papel. Costumbres aquellas.
Recuerdo una de esas tantas tardes, más o menos adolescente yo, junto a mi primo-hermano Roberto Cárdenas Vela, ahora allí en la lejana Anzoátegui viviendo en las cercanías del Caribe venezolano, nos sentamos a comer unas cuantas decenas de aguajitos que nos dejaron los dientes adormecidos y el estómago con la suficiente cantidad de gases para elevarnos hasta cerca de las nubes. Así como nosotros en medio de los diablillos de nuestra picardía. Muchos adolescentes, jóvenes y adultos, hombres y mujeres, se entregaron, se entregan y lo seguirán haciendo al imperio de la delicia del aguaje.
En torno al aguaje se han extendido una serie de aventuras y propiedades, inclusive se le atribuyó al fruto riquezas y virtudes como la de poseer hormonas femeninas que hacía al hombre que lo comía con bastante frecuencia un ser afeminado. Los loretanos somos quizá todo lo contrario y así nos sentimos los que nos “soplamos” decenas de aguajes por sentada.
Lo cierto es que el aguaje no es una leyenda, es una de las ricas frutas de la Amazonía peruana y es realmente una de las divinidades, adjetivo éste que emplea uno de sus investigadores más tercos que es Roberto Rojas Ruiz. De esta palmera se rescata todo, nada se salva, todo sirve.
Qué puedo decir del aguaje?. Pues, que sus frutos son altamente nutritivos ya que contienen proteínas, grasa, vitaminas y carbohidratos. Nosotros disfrutamos del aguaje en las ciudades, pero en realidad es el soporte de la cadena alimenticia de animales y humanos, en medio de la selva por lo que los antiguos yaguas, los que sobreviven lo llaman "la madre de la floresta" y el "árbol de la vida", considerándolo un símbolo de la inmortalidad.
La palmera del aguaje nos provee de tantas delicias, inclusive derribado, muerto. Del tronco se obtiene el "suri", un gusano blanco y gordo que al ser frito se convierte en un alimento sabroso y altamente nutritivo en las zonas rurales. Mi amigo, el desaparecido arqueólogo culinario Nick Paine, en un reportaje que hice para la televisión peruana a través de Panamericana ante las cámaras -las de él y la mía- me invitó a comer suris en forma de anticucho; no me quedó otra que meterle diente… y que sabrosura que me perdía, ya que en casa mi madre una noble mujer citadina no aceptaba que chicos o mayores nos alimentáramos de semejantes antojitos.
El aguaje es una fruta emblemática de la selva peruana y se desarrolla en pantanos a los que conocemos como aguajales. En estas extensiones que cubren más de 6 millones de hectáreas en la Amazonía peruana, de las cuales cerca de 3 millones son de rodales puros, con una densidad superior a 250 palmeras por hectárea, viven animales que hacen de éstas áreas su hábitat como el lagarto negro, la anaconda el ofidio más grande de la Amazonía y típico de los ambientes acuáticos; la sachavaca que tiene en esta fruta su principal alimento; el sajino, la huangana; lechuzas de muchas variedades y los guacamayos.
El aguaje tiene un alto contenido de pro vitamina A (beta caroteno, 30- 300 mg/100 g9 en pulpa. Su aceite representa el mayor contenido de vitamina A en el mundo. Esta fruta regula el contenido de vitamina B y C y tiene un valioso contenido de minerales.
Su consumo, solamente en la ciudad de Iquitos, de acuerdo a las estadísticas podría superar las 12 toneladas diarias para distintos usos, desde las ventas a granel en las esquinas con nuestras clásicas aguajeras que en bandejas se la pasan buen tiempo pelando la fruta para venderlas con suaves baños de sal de cocina. Ahora el aguaje se vende solamente en el día y no en las noches como recuerdo en los años 60s.
Del centro del tronco se obtiene un almidón comestible. Asimismo, se hace drenar una sustancia azucarada de la que se hace una miel de aguaje que se aplica en el tratamiento de personas anémicas y que requieren de dietas energéticas.
El aguaje es una especie de uso múltiple, todo vale. De las hojas se obtienen el material para fibras empleadas en artesanía. Muchas personas alistan la cobertura de sus viviendas con las hojas de la palmera. Las hojas se usan directamente en el techado de viviendas rústicas. Parte de las hojas son utilizadas en actividades y obras de bellas artesanías.
El cogollo, se corta para extraer la savia dulce que se consume directamente fermentado como una fina bebida alcohólica, que algunos dicen que no tiene qué envidiar al tequila mexicano.
No soy un experto en asuntos de este tipo, pero por tanta delicia el aguaje me llevó a leer sobre sus generosidades y para poder explicar que de esta planta todo lo que tiene nos puede servir. Inclusive la semilla, es utilizada molida para mezclarla con alimentos para ganado vacuno y porcino. Y si es que a esa semilla queremos darle otro uso, ya hay personas que la emplean en construcción civil, reemplazando al cascajo para dar cuerpo y alma al falso piso de concreto.
El aguaje tiene un sabor peculiar que no sabría explicar cuál es; pero lo que si sé que para nosotros los selváticos es un manjar que diariamente disfrutamos, muchas veces con gula irresistible.