30/8/07

BUROCRATAS Y DINOSAURIOS

En la sociedad del mundo, el Estado tiene una maquinaria de servicio a favor de su colectividad. En el Perú, como seguramente en otros países esa maquinaria no es productiva y sus componentes son casi siempre llamados deficientes. Esta maquinaria, a la que comúnmente más conocemos como burocracia, es la administradora de los recursos del Estado. Antes teníamos empresas en manos estatales, y la mayoría, sino todas, eran improductivas y eran una especie de agencias de empleos de los gobiernos de turno, salvo honrosas excepciones que confirman la regla.

Alguien me comentaba que la empleocracia pública en Uruguay estaba en manos de personas añejas; lo mismo sucedía en otros países de América del Sur. En nuestro país y particularmente en las ciudades más importantes de la selva peruana, hay un alto porcentaje de personas que tiene una “gran aspiración”: trabajar en el sector público. Entiéndase por el sector público las instituciones gubernamentales como las municipalidades provinciales o distritales, gobierno regional, organismos desconcentrados (direcciones regionales de los ministerios nacionales). Por qué. La pregunta se responde sola: la necesidad de chambear y asegurar los frijoles de manera regular y sostenida.

Lo cierto en todo esto es que no basta con ser empleados públicos y recibir un sueldo, trabaje o no, parando o huelgueando; sino estar capacitados para ejercer la responsabilidad de ser servidores del Estado peruano, de saber responder con trabajo y buen servicio a todos que llegan para ser atendidos por el organismo estatal, minimamente por que deben cumplir su misión y corresponder con calidad al contribuyente (que somos todos) que es el que con sus aportes fiscales y otras obligaciones tributarias sostiene el Estado.

La realidad del concepto sobre el empleado público, de la gran mayoría de ellos, es muy cruda y dolorosa. Hay tanta incapacidad que desespera. El empleado público es, lamentablemente, un segmento amplio en nuestra sociedad económica nacional en el que se tropieza el desarrollo en su afán de crecimiento. Aunque este concepto no es generalizado pero si muy extendido.

Lo que está más marcado en el desarrollo socio-económico del país son los sectores público (estatal) y privado, este último conformado por los demás, entre los que se encuentran los organismos que no pertenece al Estado, que tiene un papel fundamental en el desarrollo del país, ya que es el sector aportante a través de impuestos y obligaciones tributarias. Inclusive el humilde vendedor ambulante pertenece al sector privado ya que no recibe un cobre estatal, y quizá sin querer o sin darse cuenta, aporta al Estado peruano que se expresa en todos sus estamentos gubernamentales (Ejecutivo, Congreso de la República, Poder Judicial, Gobiernos Regionales y Municipalidades).

En este comentario, quizá pueda transmitir una sensación de Don Pésimo, pero no es así, quizá ese sentimiento –el que estoy expresando- corresponda o coincida con el de un amplio sector de la ciudadanía peruana. Ante una ventanilla de un Ministerio en Lima, fui testigo de un canje de conceptos sobre los organismos públicos. Un usuario de mediana edad alcanzó a reprochar en voz alta la desdeñante atención del empleado de la ventanilla de informes y de otras tantas de la administración pública y al instante, de entre la misma cola, una voz serena que correspondía a un hombre de cabello cano y con años mayores comentó que si bien la atención en los organismos públicos no es buena pero si es cada vez menos mala que siempre.

Lo expresado por el ciudadano de mayor edad, demuestra de alguna manera que el modernismo ha ido mejorando la calidad del servicio, la tecnología y los cyber adelantos y la sistematización de la información han jugado un papel importante en eso, con la participación de algunos criteriosos y mejor capacitados empleados de los organismos públicos.

Ojalá que cada vez sea menos la empleocracia en la estructura del Estado, que para ser mejor necesita reducir su ampulosidad y su volumen vegetativo de personal. El Estado necesita ser más pequeño para ser más eficiente. La era de los dinosaurios ya terminó, estos son los tiempos de la tecnología y en que los humanos deben conducir cerebralmente las instituciones. Esta es la era de la alta competencia, de la eficiencia y del profesionalismo que si se da en los organismos del Estado, los beneficiados seremos todos y el Perú.

El empleado público debe conocer que su labor se sostiene en el servicio en nombre del Estado, de la Nación y que su rol es cada día histórico, por que es el complemento de otros que desde el sector privado construyen el país. El sector privado, que somos todos, requiere de mejores atenciones de parte de los organismos públicos, y no el sufrimiento que encara cada vez que llega a los predios públicos para enfrentar los engorrosos trámites, la petulancia burocrática y otras taras que deben ser depuestas por el bien del país.

Todo empleado público está al servicio de la Nación, en tal razón tiene el deber de supeditar el interés particular al interés común y a los deberes y obligaciones del servicio, tal como lo señala la ley.

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