Hay tantas
cosas que están a la vista, lo que falta es poner al descubierto y recordar el
origen de ellas. La información geográfica del Perú, de la que hoy disfrutamos
con tanta facilidad y que en algún momento fue presentada como el cúmulo
investigado por el sabio Antonio Raimondy el año 1900, es un singular aporte
del marino estadounidense Jhon R. Tucker que llegó hasta nuestra tropicales
tierras por una cuestión anecdótica del destino y el “cruce de chicotes” de los
peruanos y norteamericanos. Vino a defender el territorio peruano de un último intento
español de retomar su dominio colonial y entre otros marinos, Miguel Grau lo
rechazó, por lo que el gobierno peruano lo envió a investigar y “descubrir” más
del olvidado territorio amazónico.
Fue
precisamente esa confusa situación que condujo a Tucker hasta este pequeño
mundo sórdido, cargado de aventuras y frustraciones a lo largo de 7 años sobre
un territorio que era poco más o menos considerado con el del patito feo de la
joven república del Perú. Los apuntes escasos de la época dan cuenta que este
norteamericano llegó a Iquitos en 1867 con una misión que era de la explorar la
cuenca del Amazonas.
En un artículo
que hace algunos meses publicó el suplemento “Domingo” del diario La República
con la firma de María Isabel Gonzales, se hace una descripción sostenida en las
realidades de los cronistas de esos años, de finales del siglo XIX, que el buen
Jhon R Tucker se encontró con “…hormigas coloradas, zancudos insaciables e
insectos de alas brillantes integraban el ejército enemigo que acechó al
marino estadounidense John R.
Tucker ni bien se internó en la selva peruana.”. Entonces, unas semanas
antes el presidente del Perú, Mariano Ignacio Prado lo nombró presidente de la
Comisión Hidrográfica del Amazonas, que tenía como tarea recorrer los ríos para
decidir – en su opinión- si es que podían ser navegados por los barcos a vapor,
muy de moda y de uso corriente en esos tiempos.
Le regatearon
de todo, hasta la misma historia que en su mezquindad lo “premia” con una
valiosa distinción, ahora a propósito del reconocimiento de la Amazonía como
una de las Siete Maravillas Naturales del Mundo. Tucker es nombrado como “el
almirante del Amazonas”, tal como lo señalan en su biografía que es comentada
por David P. Werlich, profesor
de la Universidad de Southern Illinois, Estados Unidos.
En el
mencionado artículo de María Isabel Gonzales se menciona que “…cuando Tucker llegó a Iquitos en 1867,
llevaba el Atlas Geográfico del Perú, publicado por Mariano Paz Soldán en 1865. Muchos de
los ríos selváticos no aparecían allí y el curso de los que sí estaban consignados
era incorrecto.”. Para estar en este lugar donde ahora es la capital de la
región Loreto, el marino norteamericano y
un equipo de nueve exploradores se trasladó a lomo de mula y quién sabe
que también a pie hasta Huánuco. La misma ruta “turística” de la época que
comprendía el paso por Chanchamayo y el transporte fluvial en un vapor rumbo a
Iquitos.
Con sus
aventuras, luego de un viaje de 43 días llegaron a Iquitos. El pueblo era muy
jovencito que comparado con la vida humana podría haber sido un bebé de
primeros pasos y solamente tenía tres calles que corrían paralelas al Amazonas
y ocho transversales que comenzaban en las orillas del río. Pero, ay Dios,
tenía las malas costumbres de ciudades viejas y corruptas.
El marino
estadounidense y sus hombres fueron testigos del declive. “Un puñado de
funcionarios estatales se apropiaba de los subsidios que el gobierno enviaba y
tampoco pagaba los sueldos asignados a sus subordinados. Los comerciantes se
iban a la quiebra y el incendio de 1872 arrasó con gran parte de la ciudad.
Para colmo, una epidemia de viruela obligó a los indígenas, que se dedicaban a
la agricultura, a abandonar las chacras y huir al monte.”. Una historia que
podría tener coincidencias con la vida de hoy, pero es solamente historia y son
las vivencias de uno de los años del siglo XIX.
La articulista
del suplemento de La República describe que en un corto tiempo a Tucker dejaron
de enviarle dinero y que “…los prefectos exigían favores sexuales a las mujeres
más pobres y a sus hijos, esclavizaban a los indios, y los que se quejaban iban
a prisión. Los jueces brillaban por su ausencia y hasta los curas eran acusados
de extorsión. Proliferaban el alcoholismo, la prostitución y las enfermedades
venéreas. Los funcionarios estatales, unos cuantos ingleses de los
establecimientos navales asentados allí antes que Tucker y los comerciantes
tomaban a las mujeres de la región como sus amantes. Aseguraban que su
apasionamiento y gentileza innata eran irresistibles.”
El marino
Tucker al llegar al Perú lo hizo contratado por Mariano Ignacio Prado para
dirigir las escuadras aliadas de Perú y Chile en contra de España, sin embargo
los capitanes peruanos Miguel Grau,
Lizardo Montero, Aurelio García y García y Manuel Ferreyros lo
rechazaron, ante esta situación Estados
Unidos declaró a Tucker como un rebelde no perdonado. Ante esta
situación el presidente Prado decidió por “una salida diplomática” que fue nombrarlo presidente de la Comisión Hidrográfica del
Amazonas.
A esta mala
racha, se suma que encontró mala paga en el gobierno peruano que enfrentó
impensados cambios de presidentes de la República y los escasos recursos
económicos mantuvo paralizada a la Comisión Hidrográfica por algunos meses,
pero ésta al final cumplió con su misión. Formalizó para la ciencia el sistema
fluvial oriental más cercano a Lima que es el río Pichis. Su trabajo fue una
importante contribución al grandioso documento geográfico que Raimondi publicó
entre 1883 y 1900 que es el Mapa del Perú.
Aunque mal
paguen, su obra ha quedado entre nosotros. En el suplemento “Domingo” se dice
que “…Nadie agradeció a estos hombres por los años que se internaron en la
selva y por haber culminado su trabajo en medio de padecimientos, fiebres e
infecciones. Cansados de esperar sus pagos, renunciaron a la Comisión en 1874.
Ya en Estados Unidos, nueve años después, el viejo marino Tucker, de 61 años,
murió de un infarto. Entre los documentos que dejó figuraba un reclamo al
gobierno peruano: le debían 1,961.63 soles.”
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