3/4/08

BELÉN DE IQUITOS, LA PENA DE LORETO


La tarde está bañada por el sol selvático, de esos con cielo abierto donde solamente unas pocas nubes habitan el espacio celeste que cubre Iquitos. Como uno de los miles de habitantes de esta ciudad, transito en motocicleta en medio de estas bulliciosas calles entre ruidosos motocarros que audaces buscan cada momento ganarle al tiempo unos minutos y hacer suyo el mayor número de clientes que ayuden con su pasaje al pago de la “feria”, como llaman al alquiler de estos trimóviles que utilizan como taxis para pasajeros y a veces también para carga.

Son casi las tres de la tarde. Este es el momento en que asomo a la calle 16 de julio, en la misma esquina donde intercepta a la calle José Gálvez. Estoy en la zona alta de Belén. Este es uno de los más populosos y característicos barrios de la Amazonía. Dicen que se hace turismo o es el rostro urbano del turismo de la selva del Perú. Una tontería, pero las cosas están dadas así, no de hoy sino desde muchísimas décadas. Me pregunto, cómo hacer turismo de la pobreza?. Es una patada al hígado.

Belén es la zona donde nací. Recuerdo que en mi barrio, frente al cine Iquitos, vivíamos respirando los aires del mercado de Belén. Muchachos de clase media que compartíamos muchos espacios callejeros con las vivanderas apostadas en la calle Ramírez Hurtado y disfrutábamos de las travesuras a orillas del río Amazonas o en sus pronunciadas playas en zonas que ahora son terrenos con viviendas de construcciones palafíticas que son típicas en estos predios.

Ahora he llegado hasta este punto y Belén sigue siendo –casi- el mismo de mi lejana niñez. Dejo la motocicleta a mi cuenta y riesgo, estacionada entre dos puestos de venta callejera de naranjas llegadas del Marañón, para lo cual como es natural pido la autorización de los vendedores, eventuales propietarios de la vía pública por el pago de unos miserables arbitrios municipales. Pagan un nuevo sol por día, lo que equivale a decir unos 30 centavos de dólar por utilizar parte de la calle.

Venden chupetes de aguaje o de otras frutas y hasta de fresa, especie que no se encuentra en esta parte del país. Es un riesgo tomarse uno de estos refrescos en esta zona. Quién garantiza la higiene que pueda darse en la preparación de estos productos?. Pero, ya.. me abro paso entre puestos de venta de frutas, de productos de panllevar y camino cuesta abajo y me detengo ante la glorieta que alguna vez la colonia china donara a Iquitos y que fuera trasladada desde la plaza de Armas de Iquitos hasta esta plazuela.

El comercio ambulatorio extendido es un caos y es una demostración de la pobreza y la miseria de este pueblo. Esa condición ha hecho que nosotros mismos hayamos alentado esa imagen de Belén como destino turístico. La condición lastimera de este barrio de la zona baja ha sido utilizada para dizqué hacernos llamar la Venecia loretana. Chiste de mal gusto. Aquí en Belén no hay agua potable, ni canales de desagüe, ni ambientación saludable que dignifique la vida de sus hijos. Además que la pobreza, el alcoholismo, la delincuencia, la drogadicción son factores sobre los cuales debe incidir el Estado, generando fuentes de trabajo y condiciones de salud y educación que reviertan este atraso.

No es posible que tengamos a Belén como uno de nuestros destinos turísticos urbanos, induciendo al visitante a fotografiar viviendas de material rústico en estado deplorable, con niños mal alimentados y con abdómenes protuberantes. Esas muestras para la fotografía explican la miseria de Belén, de Iquitos, de Loreto y que somos objeto de lástima de parte de otros pueblos del mundo.

Los organismos del Estado han estado luchando no con mucha persistencia por entregar mejores condiciones de vida, quizá como un cumplido. Pero Belén en medio de lo que es, necesita mejorar sus condiciones de vida, su orden comercial, su seguridad ciudadana, su administración política, disminuir su extrema pobreza, mejorar sus condiciones de salud, su educación y su rostro como pueblo.

Sus calles lucen con tanta pobreza la particular forma de construir sus viviendas, las aguas que ahora inundan sus calles, sus balsas, hasta su prostitución con hombres y mujeres de toda edad y de muchas maneras, son elementos que no han sido erradicados. La pobreza no debe ser un uso turístico. Belén debe valerse por el atractivo de sus faenas cotidianas, por la forma digna de las vivencias de sus valientes vecinos y por ser un pueblo digno.

Termino una rápida visita a Belén más que con satisfacción, lo hago con la pena invadida en el alma. Salgo de la zona de vendedores de plátanos ubicada en plena vía pública, cerca de la calle Venecia (solamente lleva el nombre de esa ciudad italiana), veo rostros de pobreza, aunque eso sí, alegres y con sonrisas naturales, paso en medio de la zona de comercialización de productos de segunda mano y finalmente cuesta arriba vuelvo hasta donde llegué y de donde debo salir.