Las rockolas de vieja data aún se usan en Iquitos
Las rockolas o las radiolas aparecieron en Iquitos a finales de los años 50´s y principios de los 60´s y extendieron su presencia con mucha notoriedad, propia de su popularidad, y con tremenda rentabilidad hasta finales de los años 70´s. Nada más grato el haber leído hace poco en el diario La Región, dando cuenta de que en la calle Bermúdez, frente a la plaza 28 de Julio de Iquitos aún está funcionando una radiola que entrega música de los tradicionales discos de vinil (de los de 45 rpm) a cambio del depósito de una moneda.
Hasta donde pude ser enterado, las radiolas fueron traídas a esta ciudad de la mano de Armando Coriat Pinedo, empresario loretano de estirpe judía y de familia de notables comerciantes de la época de bonanza del comercio de las importaciones en esta parte del Perú. Así como ahora los equipos de tragamonedas, instalados en los bingos iquiteños, en esa época las rockolas tragaban las monedas. Instaladas en los bares y lugares públicos de mayor concurrencia, Armando las dejaba allí en concesión.
Las rockolas de su propiedad las dejaba con el más surtido de discos de vinil, en formato de 45 revoluciones por minuto (rpm), con las canciones que estaban de moda. Es que tenía que dar el atractivo para que el cliente encuentre en el tablero el listado de las canciones de moda y por un Sol de Oro que era la moneda de esa época que depositaba en la ranura del monedero, apretaba los botones con las 5 canciones elegidas que la rockola de forma mecánica y ordenada hacía sonar.
Armando Coriat como propietario de esas radiolas, instaladas por decenas en la ciudad, traídas no se de dónde, probablemente de Lima, tenía la necesidad de dar a sus clientes un soporte para la continuidad, es decir proporcionar renovación de discos y que técnicamente funcionaran, que las agujas del tocadiscos no rayaran los discos de moda y menos que se detuvieran en el sector donde se escuchaba la parte más atractiva de la canción. Para garantizar esto, trajo desde Lima a un ciudadano peruano, hijo de japonés, Julio Yamanoja Sacre quien por conocimiento propio –lo puedo asegurar- llegó solamente por un mes para dar mantenimiento a los equipos y se quedó –por propia decisión- de por vida, hasta que la muerte lo alcanzó en 1993. No había otro técnico en la ciudad que no era el chino Yamanoja, que se daba tiempo para dar mantenimiento a toda rockola existente en Iquitos y en otros pueblos de Loreto.
Estas radiolas fueron poco a poco cediendo el paso a la tecnología, que avanzaba lenta pero haciendo más fácil el acceso a la compra de los equipos de sonido o las radio tocadiscos que fueron incorporándose a los elementos de funcionamiento de bares, bodegas y cantinas de la ciudad. Las rockolas poco a poco entraban en la agonía de lo obsoleto, su avance fue inexorable hasta que se apagó al aparecer los años 80´s.
Ahora es realmente emocionante poder conocer que una rockola de éstas tantas que existieron en la ciudad, siga haciendo escuchar sus sonidos y canciones, gracias al cuidado del señor Walter Pardo Mera, que no solamente ha revivido este equipo (de marca Ami Music adquirido de forma particular a un agente vendedor que lo visitaba de Lima de apellido Lerma) sino que ha desempolvado sus bien cuidados discos de 45 rpm para deleitarnos. Ahora no se qué moneda y de qué denominación debemos poner en la ranura del tragamonedas musical para poder escuchar unas viejas canciones en su bar de la plaza 28, pero si estoy seguro que es una buena forma de disfrutar nuestro pasado reciente.
Hasta donde pude ser enterado, las radiolas fueron traídas a esta ciudad de la mano de Armando Coriat Pinedo, empresario loretano de estirpe judía y de familia de notables comerciantes de la época de bonanza del comercio de las importaciones en esta parte del Perú. Así como ahora los equipos de tragamonedas, instalados en los bingos iquiteños, en esa época las rockolas tragaban las monedas. Instaladas en los bares y lugares públicos de mayor concurrencia, Armando las dejaba allí en concesión.
Las rockolas de su propiedad las dejaba con el más surtido de discos de vinil, en formato de 45 revoluciones por minuto (rpm), con las canciones que estaban de moda. Es que tenía que dar el atractivo para que el cliente encuentre en el tablero el listado de las canciones de moda y por un Sol de Oro que era la moneda de esa época que depositaba en la ranura del monedero, apretaba los botones con las 5 canciones elegidas que la rockola de forma mecánica y ordenada hacía sonar.
Armando Coriat como propietario de esas radiolas, instaladas por decenas en la ciudad, traídas no se de dónde, probablemente de Lima, tenía la necesidad de dar a sus clientes un soporte para la continuidad, es decir proporcionar renovación de discos y que técnicamente funcionaran, que las agujas del tocadiscos no rayaran los discos de moda y menos que se detuvieran en el sector donde se escuchaba la parte más atractiva de la canción. Para garantizar esto, trajo desde Lima a un ciudadano peruano, hijo de japonés, Julio Yamanoja Sacre quien por conocimiento propio –lo puedo asegurar- llegó solamente por un mes para dar mantenimiento a los equipos y se quedó –por propia decisión- de por vida, hasta que la muerte lo alcanzó en 1993. No había otro técnico en la ciudad que no era el chino Yamanoja, que se daba tiempo para dar mantenimiento a toda rockola existente en Iquitos y en otros pueblos de Loreto.
Estas radiolas fueron poco a poco cediendo el paso a la tecnología, que avanzaba lenta pero haciendo más fácil el acceso a la compra de los equipos de sonido o las radio tocadiscos que fueron incorporándose a los elementos de funcionamiento de bares, bodegas y cantinas de la ciudad. Las rockolas poco a poco entraban en la agonía de lo obsoleto, su avance fue inexorable hasta que se apagó al aparecer los años 80´s.
Ahora es realmente emocionante poder conocer que una rockola de éstas tantas que existieron en la ciudad, siga haciendo escuchar sus sonidos y canciones, gracias al cuidado del señor Walter Pardo Mera, que no solamente ha revivido este equipo (de marca Ami Music adquirido de forma particular a un agente vendedor que lo visitaba de Lima de apellido Lerma) sino que ha desempolvado sus bien cuidados discos de 45 rpm para deleitarnos. Ahora no se qué moneda y de qué denominación debemos poner en la ranura del tragamonedas musical para poder escuchar unas viejas canciones en su bar de la plaza 28, pero si estoy seguro que es una buena forma de disfrutar nuestro pasado reciente.