29/1/08

EXISTEN DOS PERU: A 25 AÑOS DE UCHURACCAY

Siete de los 9 mártires de Uchuraccay. Están los periodistas que viajaron desde Lima. La foto es probable que
haya sido tomada por Octavio Infante, periodista ayacuchano.No aparece el guía Juan Argumedo.


La convulsión que tocó vivir a los peruanos en los años sangrientos del terrorismo extendido en las tres regiones del Perú, deja una estela de profunda pena y estremece el recuerdo en el que aparecen como pesadilla los titulares de la prensa escrita, de la televisión y el sonido alborotado de las dolorosas primicias de las radios transmitiendo “en directo” el resultado de demenciales e inexplicables asesinatos que sostenían la barbarie con que argumentaba su pensamiento y acción la criminal sedición peruana.

En la víspera del 25º aniversario de la cruel tragedia de Uchuraccay donde se martirizaron 8 periodistas y su guía, ante el tribunal especial que juzga a Alberto Fujimori, la televisión mostró el testimonio de un integrante del grupo Colina intentado explicar los asesinatos con que se ajusticiaba de forma sumaria y unilateral a presuntos terroristas y como colofón fue visto y escuchado por millones de peruanos, una sentida manifestación de perdón de parte del militar por los excesos cometidos durante la llamada guerra de baja intensidad.

Sangre humana inocente que corrió, como aguas de río sin control, a consecuencia de actos cometidos demencialmente por quienes intentaron aplicar una política insensata, insana, cruel y criminal que se describe en cada episodio y lugar donde sucedió. Justificaciones sociales, étnicas, culturales e históricas se han destilado para describir un panorama de criminalidad, sangre y bestialidad a lo largo de más de una década de horror.

Teniendo conmigo el libro “25 Años Uchuraccay. La Tragedia del 26 de enero de 1983”, entregado en mis manos por la simpatiquísima abogada y periodista Juana Valderrama por encargo de su autor Roberto Mejía Alarcón, pude comprender cuán contradictorio fue ese oscuro tramo de nuestra historia. El excelente trabajo compilador y editor del presidente de la Asociación Nacional de Periodistas, explica con profundidad una serie de contradicciones que envolvieron a ese pueblo después del asesinato de los hombres de prensa, a la sazón estigmatizado hasta su exterminio.

Ha pasado un cuarto de siglo de lo sucedido y sigue doliendo en el alma la crueldad de la muerte. Nada podrá cerrar la cicatriz del dolor. En medio de ese sentimiento y en esa situación se mostró ante nuestros ojos cómo se dieron situaciones verdaderamente increíbles, pero ciertas, en una sociedad peruana de los 80’s del pasado siglo. En las conclusiones de la Comisión encabezada por el escritor Mario Vargas Llosa, encargada por el gobierno del presidente Fernando Belaunde Terry para llevar a cabo la investigación del cruel asesinato a los periodistas, se explica la existencia de un malentendido cultural basado en una contraposición entre un “Perú profundo” y un “Perú oficial” que desnudaba la propia tragedia como país y nación.

“Vargas Llosa presentó a Uchuraccay como parte de un mundo completamente diferenciado del resto del país, congelado en el tiempo “atrasado y tan violento”, con hombres que viven como en los tiempos prehispánicos. De acuerdo a esa visión, la distancia cultural entre los “dos Perú “, entendida también como una distancia histórica, aparece formulada como el gran problema nacional”.

Uchuraccay con la demencial muerte a los periodistas, no daba comienzo a su maldición colectiva, sino que ésta ya se había iniciado unos meses antes con la incursión de los primeros promotores del terrorismo que cual lobos, vestían pieles de cordero para “lavar cerebros” a través de conversaciones de apariencia fraternal y actos “generosos” de comercio con que engatusaban a los comuneros. Luego vendría sobre ellos la “marca” de asesinos y apestados sediciosos con cuya “razón” los persiguieron mortalmente hasta desaparecerlos dejando al pueblo en un abandono fantasmal, sin un solo habitante.

La persecución fue fatal y aterradora. Centenares de ellos entre hombres y mujeres fueron asesinados. Eran perseguidos por los terroristas y así como también por los militares. Es decir asediados por todos, desprotegidos. Dicen los testimonios recogidos a los comuneros que “(…) los senderistas (subversivos), miembros del Comité de Autodefensa y los militares, indistintamente llegaban y quemaban las casa, robaban enseres y ganados, ovejas, llamas, caballos, no respetaban a varones, mujeres ni niños, eran maltratados delante de la gente, violaban a las mujeres y después las mataban; además cuando querían mataban a los niños; nadie podía reclamar porque, si no, los mataban…”.

La historia está aquí mismo, frente a nosotros el terrorismo y la destrucción que su existencia generaba, costó muchos millones de dólares en pérdidas materiales a los peruanos y numerosísimas vidas humanas. La locura, ciertamente no solamente se expresó en Uchuraccay, que es por motivación de este comentario un referente que se extiende por todo el país, reproduciendo en ríos de sangre la inocencia acabada por la crueldad. Lo de ese pueblo andino es solamente una pequeña parte de tanto terror vivido al que nadie desearía volver.